Recursos de culpabilidad
En este trabajo argumentamos a favor de la existencia de dos sentimientos de culpa diferentes: la culpa altruista (GA) y la culpa deontológica (DG). La AG surge por haber dañado, mediante la propia acción u omisión, a una víctima inocente, mientras que la DG surge por la transgresión de una norma interiorizada. En la mayoría de las experiencias cotidianas de sentimientos de culpa están presentes ambos tipos, pero argumentamos que no son trazables entre sí y que cada uno puede estar presente sin el otro. Demostramos que los dos sentimientos de culpa pueden distinguirse con referencia a aspectos conductuales, cognitivos y neurofisiológicos. Además, demostramos que están relacionados de forma diferente con otros procesos y emociones. AG está relacionado con el dolor, la empatía y ToM. DG está fuertemente relacionado con el asco. Ilustramos brevemente algunas implicaciones para la psicología moral y la psicología clínica.
Prinz y Nichols (2010) defendieron un enfoque integrado que describe el estado psicológico relacionado con la culpa de la siguiente manera: “Alguien que me preocupa ha sido dañado y tengo responsabilidad por ello en virtud de lo que he hecho o dejado de hacer”. Este esquema incluye dos componentes: la transgresión percibida de una norma moral interiorizada que define la responsabilidad, y la idea de no haber preservado el bienestar del otro. De acuerdo con la tesis monista de Prinz y Nichols (2010), todo tipo de culpa resultaría así de estos dos ingredientes, a menudo mezclados: haber transgredido una norma moral interiorizada y haber infligido un daño a una víctima.
Sentimiento de culpa
ResumenHay mucho debate sobre si la culpa surge del miedo a los tabúes sociales, a los valores culturales interiorizados o a la traición de las normas auténticas. Los teólogos y los psicólogos también tienen diferentes teorías sobre la naturaleza, el desarrollo y el tratamiento de la vergüenza. Dado que la definición que uno tenga de los sentimientos de culpa y vergüenza influye en su perspectiva y tratamiento, se ofrecerán definiciones de estos términos seguidas de la descripción de la experiencia de la culpa y la vergüenza, las teorías de desarrollo y los enfoques terapéuticos. El enfoque se limitará a las culturas del mundo occidental.
Int J Adv Counselling 11, 79-91 (1988). https://doi.org/10.1007/BF00715584Download citationShare this articleAnyone you share the following link with will be able to read this content:Get shareable linkSorry, a shareable link is not currently available for this article.Copy to clipboard
Ejemplo de apelación a la culpabilidad
Sentirse culpable es una experiencia universal. Todo el mundo se ha sentido culpable por cosas que van desde una relación rota hasta tonterías como equivocarse de camino. La culpa nos afecta cuando la experimentamos. Sé que la culpa ha desempeñado un papel en mi vida al recordarme errores del pasado que pueden hacerme temer el futuro. Tengo esa sensación de hundimiento en el estómago que muchos de nosotros conocemos demasiado bien. Si te has sentido así, no estás solo. Las investigaciones demuestran que las personas pueden sentirse físicamente más pesadas cuando experimentan culpa (Day & Bobocel, 2013).
La culpa es una emoción que nos hace pensar más en nosotros mismos al hacernos reflexionar sobre cómo hemos actuado en el pasado. Los psicólogos la denominan una emoción autoconsciente debido a que se centra en nosotros mismos. Sentimos culpa “en respuesta a una amplia gama de sentimientos, transgresiones y errores sociales” (Kazdin, 2000, pág. 40). En otras palabras, la culpa no se limita a una determinada acción o acontecimiento. Lo que hace que una persona se sienta culpable puede no hacer que otra se sienta mal en absoluto. Sin embargo, cuando nos sentimos culpables, nos sentimos impulsados a actuar. El sentimiento de culpa se caracteriza por la voluntad o disposición a intentarlo de nuevo para arreglar el mal que se ha hecho.
Evocar el sentido de la culpa
La culpa es una emoción ampliamente incomprendida, que ha sufrido durante mucho tiempo una inmerecida mala reputación. La prensa popular abunda en artículos que ofrecen consejos sobre cómo vivir una vida sin culpa, muchos terapeutas identifican la reducción de la culpa como uno de sus objetivos de tratamiento a corto plazo, y nadie quiere ser considerado como una madre que induce a la culpa. Pero gran parte del estigma de la culpa puede atribuirse a la tendencia de la gente a confundir culpa con vergüenza. Resulta que investigaciones recientes sugieren que, en conjunto, la culpa es la emoción más adaptativa, que beneficia a las relaciones de diversas maneras, sin los muchos costes ocultos de la vergüenza.
La culpa se ha clasificado de diversas formas como una de las emociones morales, autoconscientes, sociales y problemáticas, lo que subraya la complejidad de esta experiencia afectiva y los diferentes papeles que desempeña en la vida de las personas. Las consideraciones teóricas sistemáticas sobre el sentimiento de culpa se remontan al menos a Sigmund Freud, que lo consideraba una reacción a la violación de las normas del superyó. Según Freud, la culpa se produce cuando comportamientos inaceptables dirigidos por el yo o impulsos basados en el yo entran en conflicto con las exigencias morales del superyó. Freud veía la culpa como parte de la experiencia humana normal. Pero también consideraba que los sentimientos de culpa no resueltos o reprimidos eran un componente clave de muchos síntomas psicológicos. Durante décadas, la culpa permaneció en gran medida en el ámbito de la teoría psicoanalítica. Hasta mediados de la década de 1960 se realizaron muy pocas investigaciones científicas sobre el sentimiento de culpa, y pocos investigadores psicológicos distinguieron entre vergüenza y culpa hasta la revolución afectiva de finales de la década de 1980.