Teoría del yo de San Agustín
En su poema Elige algo como una estrella, Robert Frost imagina una entidad que se da a conocer en la oscuridad de lo oscuro, algo que sólo nos dirá: “Ardo”[1] Es una imagen maravillosa para lo oculto del ser mismo que sigue siendo misterio, incluso cuando se revela a nuestro desconocimiento. Sin embargo, el impulso de ir más allá de la metáfora poética nos conduce al perenne intento de la razón por conocer las cosas que nos importan, incluido el modo en que sabemos que sabemos algo. En este empeño, Agustín de Hipona (354-430 d.C.) destaca como un valiente ejemplo. Su teoría del conocimiento sigue siendo un tributo al poder de la razón humana para extraer algo inteligible de nuestra situación.
La teoría del conocimiento de Agustín parte de la convicción de que existe la verdad y de que es accesible a la razón humana[2], convicción que se oponía a un componente importante del entorno filosófico de la época, el escepticismo. Agustín había coqueteado con el escepticismo después de repudiar el maniqueísmo y antes de abrazar el cristianismo , por lo que conocía bien esa postura y creía que conducía a la desesperación intelectual. Saber que la verdad existe y es descubrible era para él un asunto de la mayor seriedad, “uno relacionado con la vida misma y, de alguna manera, con la esperanza de un alma feliz”[3].
¿Cuál era la teoría de San Agustín?
Como la mayoría de los filósofos antiguos, Agustín piensa que el ser humano es un compuesto de cuerpo y alma y que, dentro de este compuesto, el alma -concebida tanto como el elemento que da vida como el centro de la conciencia, la percepción y el pensamiento- es, o debería ser, la parte dominante.
¿Por qué es conocido San Agustín de Hipona?
San Agustín fue obispo de Hipona (actual Annaba, Argelia) entre 396 y 430 años. Teólogo de renombre y escritor prolífico, fue también un hábil predicador y retórico. Es uno de los Padres latinos de la Iglesia y, en el catolicismo romano, está reconocido formalmente como doctor de la Iglesia.
¿Cuál es la teología de Agustín de Hipona?
También son muy leídas sus obras teológicas Sobre la doctrina cristiana y Sobre la Trinidad. Sus sermones y cartas muestran la influencia del neoplatonismo y mantienen debates con los partidarios del maniqueísmo, el donatismo y el pelagianismo. Sus opiniones sobre la predestinación influyeron en teólogos posteriores, especialmente en Juan Calvino.
Filosofía de San Agustín
PortadaFilosofía¿Qué es el tiempo? San Agustín sobre la temporalidad y la conciencia¿Qué es el tiempo? San Agustín sobre la temporalidad y la concienciaEl tiempo es notoriamente difícil de definir. San Agustín lo sabía e intentó explicarlo de todos modos vinculando el tiempo a la conciencia humana. Jul 16, 2022 – Por Rachel Ashcroft, licenciada en Literatura Comparada y doctora en Filosofía del Renacimiento
Cuando nos referimos a sustantivos como “pan” o “flor” sabemos exactamente lo que son. Son objetos concretos que podemos ver, tocar, saborear y oler. Pero el tiempo es un concepto abstracto que los filósofos llevan mucho tiempo esforzándose por definir. En el siglo III d.C., San Agustín de Hipona (354 – 430 d.C.) hizo una serie de observaciones sobre el tiempo que influyeron en innumerables filósofos hasta el siglo XIX. Muchas de sus reflexiones sobre el tiempo siguen siendo válidas hoy en día. En este artículo, echamos un vistazo a San Agustín y a sus fascinantes teorías sobre el tiempo y la conciencia, más de 1600 años después de que fueran publicadas por primera vez.
Antes de nada, es importante recordar que San Agustín no sólo es célebre por sus teorías sobre el tiempo (el “santo” que precede a su nombre es una gran pista). De hecho, se le considera uno de los pensadores cristianos más importantes de la historia, gracias a su extensa obra teológica.
Principio de San Agustín
San Agustín de Hipona fue uno de los filósofos más importantes e influyentes de la tradición occidental. Quizá más recordado como teólogo, fue, sin embargo, un teólogo-filósofo cuyas diversas ideas y originales percepciones han pasado desde entonces al canon filosófico. Una de las aportaciones más “seculares” de Agustín a la filosofía fue su teoría de la significación, relevante para la teoría del lenguaje y la metafísica.
En De Doctrina Christiana (Sobre la enseñanza cristiana), Agustín desarrolla una filosofía sistemática de la significación a través de los signos y las cosas. También intenta distinguir entre significante y significado. Todo ello se inscribe en una metafísica más amplia de la mediación, en la que el significante actúa como mediador de la cosa significada.
Dios es la única Cosa en sí, el Objeto último de la realidad que el mundo y toda la creación significan. Las cosas temporales, sin embargo, existen en una constitución pluralista de ser simultáneamente cosa y signo. En el ejemplo más obvio, la persona humana es un objeto corpóreo: un cuerpo, pero también un signo: una imagen de Dios. La persona humana como cosa existe como signo que significa a Dios y el amor de Dios. En cuestiones menos antropomórficas, un árbol existe como una cosa en sí misma, pero también es un signo de belleza que, en la teología sacramental de Agustín, también es un signo -distinto del humano, ciertamente- que apunta a Dios.
Teoría de la guerra justa de san agustín
La teodicea agustiniana, llamada así por el teólogo y filósofo de los siglos IV y V Agustín de Hipona, es un tipo de teodicea cristiana que se desarrolló en respuesta al problema probatorio del mal. Como tal, intenta explicar la probabilidad de un Dios omnipotente y omnibenevolente en medio de la evidencia del mal en el mundo. A lo largo de la historia se han propuesto diversas variantes de este tipo de teodicea; sus similitudes fueron descritas por primera vez por el filósofo del siglo XX John Hick, que las clasificó como “agustinianas”. Suelen afirmar que Dios es perfectamente (idealmente) bueno, que creó el mundo de la nada y que el mal es el resultado del pecado original de la humanidad. La entrada del mal en el mundo se explica generalmente como consecuencia del pecado original y su presencia continuada debido al mal uso del libre albedrío y la concupiscencia por parte de los humanos. La bondad y benevolencia de Dios, según la teodicea agustiniana, siguen siendo perfectas y sin responsabilidad por el mal o el sufrimiento.