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Teoria de rousseau

Rêveries de Rousseau

Durante el siglo XVIII, las opiniones de Jean-Jacques Rousseau empezaron a cambiar las prácticas de crianza. Rousseau sostenía que los niños eran inherentemente inocentes (no pecadores, como creía Hobbes), débiles y fácilmente tentables. Creía que los seres humanos nacían puros hasta que las interacciones de uno con el entorno causaban efectos negativos en su desarrollo[1]. Rousseau también creía que los niños necesitaban protección contra el trabajo infantil y las influencias negativas dentro de la civilización.

Estas etapas dieron lugar a directrices que esbozaban prácticas “apropiadas para el desarrollo” en la crianza y la educación. La obra de Rousseau también destacaba la importancia del juego y la enseñanza en los primeros años de la educación infantil:[3]

“Cuando el niño vuela una cometa está entrenando el ojo y la mano a la precisión; cuando azota una peonza, está aumentando su fuerza al usarla, pero sin aprender nada. A veces he preguntado por qué a los niños no se les dan los mismos juegos de habilidad que a los hombres; tenis, mall, billar, tiro con arco, fútbol e instrumentos musicales. Me han dicho que algunos de estos juegos están más allá de sus fuerzas, que los sentidos del niño no están suficientemente desarrollados para otros. No me parecen razones válidas; un niño no es tan alto como un hombre, pero lleva el mismo tipo de abrigo; no quiero que juegue con nuestros tacos en una mesa de billar de un metro de altura; no quiero que ande dando tumbos entre nuestros juegos, ni que lleve una de nuestras raquetas en su manita; pero dejémosle jugar en una habitación cuyas ventanas estén protegidas; al principio dejémosle usar sólo pelotas blandas, que sus primeras raquetas sean de madera, luego de pergamino, y por último de tripa, según sus progresos.”

¿Cuál era la idea de Rousseau?

Situó a la sociedad en el centro de su argumentación y enseñó que el poder del Estado debía emanar de la voluntad común del pueblo. Esta idea de soberanía popular se convirtió en característica del sistema de gobierno democrático liberal. Rousseau es uno de los pensadores más importantes de la Ilustración de su época.

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¿Qué imagen del hombre tiene Rousseau?

En la concepción rousseauniana del hombre, éste es bueno por naturaleza, pero la sociedad es mala. Rousseau distinguía entre el estado natural del hombre y la alienación por “socialización”. En este caso, el hombre se ve forzado a entrar en un marco social, por ejemplo, en función de su origen o de su sexo.

¿Rousseau es comunista?

A primera vista, Jean Jacques Rousseau parece haber sido un filósofo, un comunista y un anarquista, al mismo tiempo que un anti-filósofo, un anti-comunista y un anti-anarquista. Esta contradictoriedad no era culpa suya, sino de su siglo, afirmaba.

La libertad de Rousseau

Jean-Jacques Rousseau (Reino Unido: /ˈruːsoʊ/, US: /ruːˈsoʊ/[1][2] francés: [ʒɑ̃ ʒak ʁuso]; 28 de junio de 1712 – 2 de julio de 1778) fue un filósofo (philosophe), escritor y compositor ginebrino. Su filosofía política influyó en el progreso del Siglo de las Luces en toda Europa, así como en aspectos de la Revolución Francesa y en el desarrollo del pensamiento político, económico y educativo moderno[3].

Su Discurso sobre la desigualdad y El contrato social son piedras angulares del pensamiento político y social moderno. La novela sentimental de Rousseau Julie, o la nueva Heloísa (1761) fue importante para el desarrollo del prerromanticismo y el romanticismo en la ficción[4][5] Su Emilio, o de la educación (1762) es un tratado educativo sobre el lugar del individuo en la sociedad. Los escritos autobiográficos de Rousseau -las Confesiones (compuestas en 1769), publicadas póstumamente, que iniciaron la autobiografía moderna, y las inconclusas Reverencias del caminante solitario (compuestas entre 1776 y 1778)- ejemplificaron la “Edad de la Sensibilidad” de finales del siglo XVIII, y se caracterizaron por una mayor atención a la subjetividad y la introspección que más tarde caracterizó a la escritura moderna.

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Citas de Rousseau

En cuanto a la actualidad, la discusión sobre la relación entre soberanía y libertad es evidentemente tan actual como debió serlo en tiempos más antiguos en el elenco del filósofo: ¿Qué tipo de datos personales debe recoger y supervisar el Estado? ¿Qué influencia debe tener la ciudadanía en los asuntos cotidianos de la política? ¿Cómo debe configurarse un sistema de gobierno para sobrevivir, especialmente en tiempos de globalización? ¿Hasta dónde puede llegar la libertad, especialmente en lo que se refiere a criticar a los políticos, las religiones, los extranjeros? ¿Es mejor una tecnocracia, como se dice de la Unión Europea? ¿O debería haber decisiones más básicamente democráticas, como en el caso de Suiza? No hay una respuesta definitiva a estas preguntas.

Especialmente en los últimos 300 años, los filósofos han reflexionado ampliamente sobre la relación entre libertad y soberanía. Algunos abogaban por un líder fuerte, como por ejemplo Thomas Hobbes en su obra filosófica sobre el “Leviatán”. Otros, como Publius, que en realidad no era más que un sinónimo de los tres mentores del federalismo en Norteamérica, John Jay, James Madison y Alexander Hamilton, contaban con las ventajas de un sistema de gobierno hasta cierto punto extensivo, en el que las distintas instituciones se controlaban mutuamente y el poder estaba dividido.

El estado de naturaleza de Rousseau

Luke Tucker es doctorando en Filosofía por la Universidad de Oklahoma. Se interesa principalmente por la filosofía política. El tema de su tesis son las raíces epistemológicas del conservadurismo.

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“El hombre nació libre y en todas partes está encadenado”[1]Así comienza el clásico tratado político de Jean-Jacques Rousseau, El contrato social, cuyo objetivo es ofrecer una solución al enigma tan memorablemente enunciado en su frase inicial.

Los seres humanos son seres libres, no sólo en el sentido político superficial de desear no ser dominados por tiranos, sino también en el sentido metafísico profundo de vivir según la voluntad que hay en cada uno de nosotros. A diferencia de otros organismos de la naturaleza, no estamos bajo el control total del instinto o del apetito o de cualquier otra fuerza biológica automática. Al contrario, elegimos por nosotros mismos cuáles serán nuestros fines y cómo los perseguiremos. De hecho, Rousseau piensa que nuestra especie se distingue de todos los demás animales no por nuestra racionalidad o compasión, que también poseen los animales en cierta medida, sino por nuestro libre albedrío.

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