San Agustín teoría de las dos ciudades pdf
En el catolicismo romano, la doctrina (o teoría) de las dos espadas es una exégesis de Lucas 22:38 elaborada en la Edad Media. Puede entenderse como una justificación particular de la doctrina gelasiana de “la autoridad sagrada del sacerdocio y el poder real”[1].
Esta exégesis particular de “aquí hay dos espadas… es suficiente” fue propuesta por primera vez por Pedro Damián en la década de 1060. Más tarde fue retomada por Gottschalk de Aquisgrán en nombre del emperador Enrique IV (1056-1105) contra las pretensiones del papa Gregorio VII (1073-1085) durante el Concurso de Investiduras. En el siglo XII, Bernardo de Claraval, en su De consideratione, sostenía que tanto la “espada material” (gladius materialis) como la “espada espiritual” (gladius spiritualis) pertenecían en última instancia al Papado[1].
A principios del siglo XIII, las dos espadas eran objeto de serios estudios y debates entre canonistas y decretalistas. La cuestión principal era si Bernardo tenía razón. ¿Había dado Dios cada espada a su legítimo portador, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y el papa, o había dado ambas al papa, que a su vez otorgó la espada material al emperador? Cuando el papa Gregorio IX inició la Guerra de las Llaves contra el emperador Federico II en 1228, se basó en la pretensión de controlar ambas espadas. En cualquier caso, sin embargo, los eclesiásticos no podían portar espadas reales; las espadas materiales debían ser empuñadas por laicos, aunque estuvieran bajo la autoridad papal[2].
¿A quién se le ocurrió la teoría de las dos espadas?
Esta particular exégesis de “aquí hay dos espadas… es suficiente” fue expuesta por primera vez por Pedro Damián en la década de 1060. Más tarde fue retomada por Gottschalk de Aquisgrán en nombre del emperador Enrique IV (1056-1105) contra las pretensiones del papa Gregorio VII (1073-1085) durante el Concurso de Investidura.
¿Cuál es la alegoría de las dos espadas?
Curiosamente, la alegoría también fue retomada por Dante Alighieri (1265-1321), quien sostenía que las dos espadas representaban el deber de la Iglesia de difundir y defender la fe. Para él, las dos espadas reflejaban el poder de la Iglesia para ejercer la autoridad dentro de su propio cuerpo como parte de este mandato.
Teoría de las dos espadas wikipedia
Se pueden distinguir dos aportaciones concretas. En primer lugar, el cristianismo aportó la dualidad de poder entre Dios y el César. Jesús dijo: “Hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Esta visión dual del poder es una visión muy esencial e importante en la historia. La segunda aportación es la afirmación del origen divino del poder “omni potestas a deo” porque todo poder viene de Dios. Estas dos aportaciones son esenciales porque sobre ellas se construirá la concepción papal del imperio.
La concepción papal del imperio, que sitúa a la Iglesia en el centro del poder, será retomada por los distintos papas y desarrollada. Es necesario insistir en dos etapas que suponen una consolidación de la concepción papal del imperio. A dos papas se les atribuye la consolidación, redacción y teorización de la concepción papal basada en los cuatro grandes argumentos de San Agustín.
El primer papa que construyó la concepción papal del Imperio fue el papa Gregorio I (540 – 604), que fue el primer papa que desarrolló una auténtica teoría de la ley divina sobre la que debía basarse la concepción papal del Imperio, construyendo su argumentación en torno a una idea central, que era que la Iglesia era ciertamente la base del poder, pero sobre todo, el poder temporal era sólo un departamento del poder espiritual. Formula una concepción ministerial del imperio, los órganos del poder temporal y por tanto del imperio son sólo una pequeña parte de la Iglesia. El Papa es el titular del dominium mundi, es decir, el amo del mundo.
¿Cuál es la doctrina de los dos espadas que la emitieron cuando
En el catolicismo romano, la doctrina (o teoría) de las dos espadas es una exégesis de Lucas 22:38 elaborada en la Edad Media. Puede entenderse como una justificación particular de la doctrina gelasiana de “la autoridad sagrada del sacerdocio y el poder real”[1].
Esta exégesis particular de “aquí hay dos espadas… es suficiente” fue propuesta por primera vez por Pedro Damián en la década de 1060. Más tarde fue retomada por Gottschalk de Aquisgrán en nombre del emperador Enrique IV (1056-1105) contra las pretensiones del papa Gregorio VII (1073-1085) durante el Concurso de Investiduras. En el siglo XII, Bernardo de Claraval, en su De consideratione, sostenía que tanto la “espada material” (gladius materialis) como la “espada espiritual” (gladius spiritualis) pertenecían en última instancia al Papado[1].
A principios del siglo XIII, las dos espadas eran objeto de serios estudios y debates entre canonistas y decretalistas. La cuestión principal era si Bernardo tenía razón. ¿Había dado Dios cada espada a su legítimo portador, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y el papa, o había dado ambas al papa, que a su vez otorgó la espada material al emperador? Cuando el papa Gregorio IX inició la Guerra de las Llaves contra el emperador Federico II en 1228, se basó en la pretensión de controlar ambas espadas. En cualquier caso, sin embargo, los eclesiásticos no podían portar espadas reales; las espadas materiales debían ser empuñadas por laicos, aunque estuvieran bajo la autoridad papal[2].
Las opiniones de Santo Tomás de Aquino sobre el Estado pdf
El historiador social R.W. Southern definió la Edad Media como “el periodo de la historia de Europa occidental en el que la Iglesia podía afirmar razonablemente que era el único Estado verdadero, y en el que los hombres actuaban bajo el supuesto de que la Iglesia tenía una autoridad política superior”[1] Para la mayoría de los modernos, la Edad Media es un cuento con moraleja sobre el peligro de permitir que la religión tenga una influencia indebida en el ámbito cívico. La respuesta a la Edad Media que todo buen ciudadano de la era moderna debe confesar es el secularismo de la Ilustración. El agnosticismo religioso en la plaza pública y la relegación de la religión a la esfera privada se presentan como la clave para mantener el mejor de los mundos. Sin embargo, en este nuevo mundo feliz, nos encontramos con que el laicismo no es simplemente un pacificador neutral, sino el soberano hobbesiano que también exige tributo. Mantendrá la paz para todas las religiones y confesiones mientras éstas se limiten al espacio entre las orejas de cada uno. Uno puede creer lo que quiera mientras esas creencias no tengan ningún efecto en el ámbito público. Algunos, irritados por la pesada mano del secularismo, se han sentido atraídos por el atractivo de la Edad Media. Aumentan las conversiones al catolicismo romano y a la ortodoxia oriental en busca de una base espiritual en un mundo donde la verdad está en juego.